Ir al contenido principal

Entradas

Capítulo 3

—¿Cómo es posible que se hayan desaparecido quinientas cabezas de ganado, así como así? —me dice el comandante tono de voz irascible y frunciendo el ceño. —No sé mi Comando, pero esté seguro que recuperaremos el doble para la patrona. —Eso me importa un culo —interviene de forma brusca golpeando la mesa y encendiendo un cigarrillo—, lo que me preocupa es que esos hijueputas estén haciendo y deshaciendo otra vez por aquí —aspira su cigarrillo y sin botar el humo continúa—, yo pensé que ya los habíamos erradicado —suelta una bocanada de humo por la boca y la nariz como un toro embravecido, se pone de pie con las manos en la cintura y da vueltas en círculo a su escritorio—, ¿con qué le voy a salir a la comandancia general?, ¿dígame usted, hermano, con qué le voy a salir? —me increpa ahora preocupado. —Mi Comando, tranquilo que eso lo solucionamos con esta operación —indico bebiendo un trago de wiski— con lo que vamos a hacer no les van a quedar ganas de aparecerse de nuevo por aquí. —
Entradas recientes

Capítulo 2

El comandante nos ha ordenado, a sus ciento cincuenta hombres del bloque, estar a las ocho doble cero, en la finca El Avión. Hace algunos días que no cae una sola gota de lluvia sobre estos terrenos, que ya empiezan a parecer desérticos. También escasea la emoción. Cuando estás en los pueblos de civil es poco lo que puedes hacer, así que debes esperar la orden de los comandantes para que pase algo interesante, algo que te arranque de la monotonía. Esta madrugada nos reunimos en la carretera principal, aquella que lleva al mar y bajo el sol inclemente empezamos a caminar. Nos han informado que las vías están despejadas para llegar al objetivo principal, a ese pueblo de perros guerrilleros, pero lo dudo, nos tocará dar plomo. No le temo al plomo ya que, a los dos años de haber entrado al grupo, un brujo de los llanos me cruzó. Los guerrilleros, los policías, los militares y toda la gente nos tienen miedo porque no nos entra el plomo. Cuando entré al bloque era un niño, no había matado

MONTES DE MARÍA

1. Dios tardó siete días en crear todo lo existente. Lo hizo por medio de la palabra. Enunciaba cada cosa con su boca sabia y ancestral y como por arte de magia aquellas cosas iban apareciendo en el universo. Así fue como le dio vida a la noche y al día, al agua y la tierra, al hombre y la mujer. Sus palabras eran extrañas porque aún no existían en la forma como ahora las conocemos. El lenguaje de Dios, y en especial aquel que utilizó para crear al mundo, debe ser extraño y vedado para los hombres. Cuando comprobó que ya todo estaba hecho descansó, no sin antes sembrar el árbol de la vida eterna, aquel que deseó y profanó Eva. Dios se enfureció por esto y los expulsó del paraíso, a ella y a Adán. Luego todo fue silencio, zozobra y desolación. Quizás, también, nos concibió mientras dormía, como el anciano nigromante que, en sus noches estrelladas, soñaba fabricando y educando minuciosamente a un pupilo y cuando despertó, sintió horror al comprobar que su sueño se había hecho real e